viernes, 23 de octubre de 2009


Durante mucho tiempo la evaluación ha sido acompañante fiel del proceso educativo tanto a nivel inicial, básico, medio y universitario, ahora bien existe mucha filosofía práctica con respecto a esta, grandes autores escriben sobre su concepción humanista, democrática, reflexiva, comprensiva y reguladora.

Para muchos de solo escuchar la palabra pueden sentir un frío congelador y hasta paralizante en su cuerpo, para otros significa la manera de sobresalir y el reconocimiento de sus aprendizajes. En un aula de clases puede ser el puente que permita la integración de los conocimientos generados mediante un contenido y así demostrar cuanto entendimos o cuanto lo memorizamos, todo depende del enfoque que el docente tenga sobre la evaluación, así pues para evaluar se debe conocer qué y para qué evaluamos.

La evaluación debe ser vista como algo natural, inherente al acontecer diario, desde la visión constructivista, forma parte del quehacer cotidiano del alumno, quien corrige sus errores o verifica y afianza sus aciertos en el momento en el cual actúa. Por tal razón es preciso que la evaluación se transforme y deje de percibirse como un acto de distanciamiento y postergación. Solo de esta forma puede verse la evaluación como parte del proceso enseñanza y aprendizaje, vinculado a la actividad diaria al análisis y valoración del alumno, y del docente.

Por lo que la evaluación deja de ser un único acto que emite un juicio y pasa a ser una actividad integrada a la enseñanza-aprendizaje, convirtiéndose en un proceso de reflexión, motivación, mejoramiento y cambio. Que no debe postergarse o alejarse del alumno siendo el grupo, el docente y representantes quienes deciden qué evaluar y cuanto evaluar.


Equipo de Yenny Rivero, Oswaldo, Rosa, Ysmelda, Blanca, Dalia y Rhona

domingo, 4 de octubre de 2009

Ser maestros por vocación


Se nos hace de gran importancia reflexionar un poco sobre cual es la función actual del docente, la cual debe dejar de ser como aquella tradicional en la que el respeto y la admiración se ganaban por la cantidad de poder que el profesor tenía sobre un grupo; debe ser la de un aprendiz constante de sus propios errores y un practicante aún más aguerrido de sus aciertos. De invitar a otros e invitarse a él mismo a que cada día potencialice sus cualidades y corrijan sus defectos, esto quizá debe empezar no como docente sino como ser humano para después poder enfrentarse al rol docente que se toma diariamente. El profesor debe ser una persona que tenga la vocación de enseñar y no sea egoísta, para así poder dedicarse por completo a los otros y dejar que le extraigan hasta la última gota de conocimiento (experiencias profesionales y personales), ser accesible a esos llamados de aprendizaje en ambas direcciones.
Equipo de Oswaldo, Blanca, Dalia, Ysmelda, Rosa, Yenny Rivero y Rhona